sábado, mayo 01, 2010

El día que dejó de darme miedo morir.

Un buen día, después de haber pasado una noche de profunda hibernación, te despiertas y te preguntas "¿de dónde acabo de volver?", "¿qué ha pasado mientras yo he dejado de existir?".

Un día, siendo pequeña, muy pequeña, con no más de cinco años (porque a los seis ya vivía en otro sitio diferente a donde pasó) recuerdo que sentí por primera vez el miedo a la "muerte", más que a eso, al vacío, miedo a dejar de existir, miedo a estar sola ante todo eso, miedo a que yo no esté y que nadie se de cuenta de que falto porque todo siga funcionando igual o mejor que antes (y todo eso con no más de cinco años, pero siguió pasándome de vez en cuando durante mucho tiempo).
Aquel día estaba en mi sofá junto a mi abuela Leonor (mi vacío más profundo), no sé si viendo el Equipo A o la película de los Ewoks, sentada inocentemente al revés, con toda la sangre en la cabeza y los pies en alto, cuando vi a mi perra de frente (simplemente pasaba por allí, pero se me quedó grabado ese instante), me puse a llorar, abracé a mi abuela y le dije "ay, ay, ay, no me quiero morir, no me quiero morir, no me quiero morir" (no sé qué se me pasó exactamente por la cabeza pero creo que tuvo algo que ver con esta película, que vi unos días antes) entonces me dijo "anda, anda, que no te vas a morir, no pienses en eso, que yo soy más vieja, antes me toca a mi" (lo más idóneo para desfrivolizar y quitarle hierro al asunto. Bravo, Yaya.) a lo que respondí "ay, ay, Yaya, no te mueras, no te mueras, no te mueras, Yaya, no te mueras nunca" y seguí con el drama hasta que me quedé dormida con tal amargura en el cuerpo.

Y eso es algo que nunca se me va a olvidar aunque quisiera, como tantas otras cosas que nos hacen como somos y de las que nos gustaría no acordarnos.

Pero hoy, esta mañana, como ya decía, he sentido lo contrario, algo totalmente opuesto. Algo nuevo diferente y muy moderno. Cuando me he despertado, he cerrado los ojos deseando pasar todo mi fin de semana en ese estado de inconsciencia del que acababa de salir:

-Venga, Marta, arriba.
-No mamá, déjame estar muerta cinco minutitos más antes de ir al colegio.

-------------------------------------------------------

-¿Qué has hecho el finde?
-Yo... nada, fui a la Alameda el sábado y después todo el domingo estudiando ¿y tú?
-Pues yo, lo normal, he dejado de existir, como siempre, ya sabes.

Ojalá fuera cierto.

Quizá, ya no me de tanto miedo morir porque, sencillamente, el día que no exista, ni siquiera me daré cuenta de que he dejado de existir y el día que vuelva a darme miedo, adivino que significará que me vuelve a gustar lo que veo al abrir los ojos por la mañana. Así que, de qué preocuparse, si de una cosa no te das cuenta y la otra significa que eres realmente feliz y que todo va como debe.

Con esto no digo que quiera morirme, ni mucho menos, que me esconda tras mi flequillo (sí, he empezado a aceptarlo) no quiere decir que sea un sucedáneo de neo-emo. Quiero decir que a partir de hoy intentaré dejar de preocuparme por cosas que se me escapan de las manos, que, en realidad, no tienen tanta importancia como le doy y empezaré a recuperar los motivos por los que tenerle miedo a dejar de existir. Porque ahora, francamente, me da un poco igual.