lunes, septiembre 05, 2011


"Sé lo que quiero y no es esto" se repite en mi cabeza constantemente.

¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué lo hacemos difícil? ¿Por qué cumplimos normas no escritas y nos saltamos las incunables? Hoy nos han robado. Ha sido un trueque, para ser justos: Ellos se llevan nuestras cosas de valor y nosotros nos quedamos con la paranoia de que cada mueble que cruje es alguien que viene a matarnos.

Todas las personas que intentan actuar siempre bien llegan a un punto en el que se preguntan si acaso no están haciéndolo todo mal; hay gente que simplemente coge lo que quiere, ya sea el imperio que construiste de la nada, sabiendo jugar tus cartas, cuando tenías menos que él o tu parcela de piel en cuerpo ajeno, mientras tú no tienes lo que quieres desde que perdiste aquel amor, que te dejó para siempre la cicatriz que te atraviesa el torso, porque otra lo quiso. A veces hasta les das algo sin que lo pidan en una muestra de fe hacia la simplificación de las normas del juego, una cruzada contra la trampa, pero tú siempre pierdes el turno. Superar cierto número de turnos sin jugar manteniendo el temple roza la heroicidad. Virtud de la que carezco.

No quiero hacer esto. No quiero hacer fotografías, no quiero pintar, ni siquiera tocar un ordenador, quiero coger un lápiz y rozarlo contra el papel, mi equivalente a vuestra música evangélica, baños de espuma y demás zenit de placer. Sólo quiero coger un papel y olvidarme de que nadie puede dormir esta noche en casa.

Porque sé lo que quiero y no es esto.