lunes, diciembre 06, 2010

Sentir es un coñazo. Ya no es que duela o blah blah blah, es que es un coñazo. Sin más.
Hace tiempo que no puedo escuchar alguna música porque me pone de mal humor, música triste, música alegre, da igual; música preciosa que me pone de mal humor porque me hizo y me hace volver a sentir cosas que, como cuando hueles en el autobús el perfumen de alguien que ha muerto, sabes que no deben estar ahí, no debieron estar ahí incluso cuando creías que sí.

Sentir es lo único por lo que merece la pena vivir, pero qué quieres que te diga, días, semanas, meses... llega un momento en el que sentir lo mismo todo el tiempo, sin terminar de ver la salida, sabiendo que aunque tú sigas aquí, todos los demás han superado el punto de no retorno, es un auténtico coñazo. Hoy no me sale otra palabra.


Y en estas estamos. Pero bien, eh. En serio. Es que como tumblr está de asuntos propios, tendré que bloguear mi toxicosmos.

domingo, noviembre 14, 2010

El tiempo

El tiempo, qué manía tiene la gente con el tiempo lo cura todo. Vale que el tiempo es una oportunidad que te da... que se te da, para que hagas cosas que cambien la situación por la cual todo el mundo te recuerda cada día que el tiempo lo cura todo, pero una oportunidad no es más que eso.

Es curioso que mucha de esa gente, fieles del tiempo y la fe alternativa que rezan frases hechas como placebo, dicen no creer en nada; no creen en dios, se ríen con cinismo de quienes tienen fe y muestran su escepticismo con orgullo mientras, ignorantes de sí mismos, se reafirman cada día en el dogma del tiempo.

Pero ¿Sabéis qué? el tiempo no cura, el tiempo no se mueve, el tiempo no es oro, el tiempo ni siquiera pasa; el tiempo es infinito hasta lo que se nos permite saber, porque el tiempo no es nada y, algo que no es, no puede curar. Somos nosotros los que tenemos fin, los que nos movemos, los que estamos de paso, los que somos capaces de cambiar las cosas y, para eso, se nos da la oportunidad del tiempo.

domingo, julio 25, 2010

Contempopranea 2010 y el fin de la burbuja inmobiliaria.

Cuando sea mayor compraré una casa en Alburquerque:

Tendrá una habitación roja, todo el suelo será de moqueta azul donde poder tumbarse, el felpudo dirá hola a todo el mundo y los despedirá cantando Adieu. Nunca iremos al colegio y seremos vecinos de Lolaila Carmona. Cada vez que alguien llame al timbre sonará carry me home, habrá un gallo que cantará shiralee todas las mañanas y una familia viviendo en la casa del árbol que tendremos en el jardín; hablaremos de chicos malos, de Inbetweens, haremos fiestas de té bajo el agua, dejaremos para mañana todo lo que podamos hacer hoy mientras sigamos vivos y lo daremos todo por el vicio. Nunca dejaremos pasar la canción del jueves noche, ni nuestro baile del viernes, but come Saturda y viviremos domingos astronómicos haciendo barbacoas experimentales con gaseosa y salsa de carne. Tendremos un Delorean siempre aparcado en la puerta. Nos tiraremos volcanes mientras nos reimos porque somos jóvenes; habrá mil rincones exquisitos donde crear paraísos artificiales y todas las noches serán reversibles.


Ah, y ya que me sacas el tema: Sí, dejando de lado mi futura casa en Alburquerque a la que invitaré a desayunar todos los domingos a todos los que han hecho que este fin de semana fuese tan tan tan genial (Gracias), diré que Contempopranea 2010 ha sido la mejor fiesta de cumpleaños colectiva a la que he ido nunca. Qué quince años más bien llevados. Felicidades y que cumplais muchos más. Ahí estaremos para rompernos las manos a palmadas #Historiareal.

sábado, mayo 01, 2010

El día que dejó de darme miedo morir.

Un buen día, después de haber pasado una noche de profunda hibernación, te despiertas y te preguntas "¿de dónde acabo de volver?", "¿qué ha pasado mientras yo he dejado de existir?".

Un día, siendo pequeña, muy pequeña, con no más de cinco años (porque a los seis ya vivía en otro sitio diferente a donde pasó) recuerdo que sentí por primera vez el miedo a la "muerte", más que a eso, al vacío, miedo a dejar de existir, miedo a estar sola ante todo eso, miedo a que yo no esté y que nadie se de cuenta de que falto porque todo siga funcionando igual o mejor que antes (y todo eso con no más de cinco años, pero siguió pasándome de vez en cuando durante mucho tiempo).
Aquel día estaba en mi sofá junto a mi abuela Leonor (mi vacío más profundo), no sé si viendo el Equipo A o la película de los Ewoks, sentada inocentemente al revés, con toda la sangre en la cabeza y los pies en alto, cuando vi a mi perra de frente (simplemente pasaba por allí, pero se me quedó grabado ese instante), me puse a llorar, abracé a mi abuela y le dije "ay, ay, ay, no me quiero morir, no me quiero morir, no me quiero morir" (no sé qué se me pasó exactamente por la cabeza pero creo que tuvo algo que ver con esta película, que vi unos días antes) entonces me dijo "anda, anda, que no te vas a morir, no pienses en eso, que yo soy más vieja, antes me toca a mi" (lo más idóneo para desfrivolizar y quitarle hierro al asunto. Bravo, Yaya.) a lo que respondí "ay, ay, Yaya, no te mueras, no te mueras, no te mueras, Yaya, no te mueras nunca" y seguí con el drama hasta que me quedé dormida con tal amargura en el cuerpo.

Y eso es algo que nunca se me va a olvidar aunque quisiera, como tantas otras cosas que nos hacen como somos y de las que nos gustaría no acordarnos.

Pero hoy, esta mañana, como ya decía, he sentido lo contrario, algo totalmente opuesto. Algo nuevo diferente y muy moderno. Cuando me he despertado, he cerrado los ojos deseando pasar todo mi fin de semana en ese estado de inconsciencia del que acababa de salir:

-Venga, Marta, arriba.
-No mamá, déjame estar muerta cinco minutitos más antes de ir al colegio.

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-¿Qué has hecho el finde?
-Yo... nada, fui a la Alameda el sábado y después todo el domingo estudiando ¿y tú?
-Pues yo, lo normal, he dejado de existir, como siempre, ya sabes.

Ojalá fuera cierto.

Quizá, ya no me de tanto miedo morir porque, sencillamente, el día que no exista, ni siquiera me daré cuenta de que he dejado de existir y el día que vuelva a darme miedo, adivino que significará que me vuelve a gustar lo que veo al abrir los ojos por la mañana. Así que, de qué preocuparse, si de una cosa no te das cuenta y la otra significa que eres realmente feliz y que todo va como debe.

Con esto no digo que quiera morirme, ni mucho menos, que me esconda tras mi flequillo (sí, he empezado a aceptarlo) no quiere decir que sea un sucedáneo de neo-emo. Quiero decir que a partir de hoy intentaré dejar de preocuparme por cosas que se me escapan de las manos, que, en realidad, no tienen tanta importancia como le doy y empezaré a recuperar los motivos por los que tenerle miedo a dejar de existir. Porque ahora, francamente, me da un poco igual.


jueves, abril 15, 2010

El porqué de mis bufidos.

A veces, muchas veces, pienso que me gustaría haber nacido en otra época, vivir en otro sitio, ser otra persona. No porque mi vida no me guste, porque así, por encima, mi vida no está mal: Tengo agua corriente en casa, he podido ir a un buen colegio, me hace feliz estudiar lo que estudio tenga el futuro que tenga, mis tres comidas diarias no hay quién me las quite, tengo buenos amigos y una familia me apoyan en casi todo lo que hago... pero, a pesar de todo, a veces me pienso en 1940, en el sur de Norteamérica.

Y quizá sea por cosas como esta:
  • Norteamérica, 1959:

  • España, 2010: